viernes, 12 de julio de 2013

Versos que danzan

Por Melissa González Caamal

"Estoy continuo en lágrimas bañado,
rompiendo siempre el aire con suspiros;
y más me duele el no osar deciros
que he llegado por vos a tal estado." -Garcilaso de la Vega
Con este fragmento comienza “Por vos muero” , obra de Nacho Duato; coreógrafo y bailarín español que  logra unir danza y poesía de una sola punzada.

Los movimientos orgánicos de los bailarines que evocan, más que líneas, sensaciones; son el motor de la coreografía de Nacho Duato, que, como siempre, con las mejores selecciones musicales, en este caso música española de los siglos XV y XVI; logra en segundos cambiarnos de tiempo y espacio.

Las coreografías son principalmente pas de deux, y, generalmente, en este tipo de bailes hay figuras forzadas que si bien son bellas y sobretodo virtuosas, dejan al espectador impresionado, pero no tan conmovido como con duetos así, en los que el movimiento fluye y sigue cierta lógica de continuidad y de sensación.

Los bailarines comienzan con leotardos carne que aparentan desnudez (no sé si desnudarlos de verdad sería mucho escándalo), y, de pronto, el vestuario se torna largo y etéreo, casi de corte; como haciéndonos ver la naturaleza de las emociones.

Los versos de Garcilaso me han hecho recordar el libro de García Márquez  “Del amor y otros demonios“, en el que los personajes que viven y mueren por un amor prohibido e imposible, lo vuelven posible y real mientras recitan juntos los poemas de Garcilaso.

Y con esto compruebo que quién mejor que Garcilaso, para dar palabra, y quién mejor que Duato, para dar movimiento, a sentimientos como el amor, que ha venido a hacernos “tornar el agua en vino como el danzar en reír”.




¡A danzar como vivir, deshuesados, que ya volvió la sección de danza!



miércoles, 10 de julio de 2013

Orejas.




Abrazo el cielo cuando me hablas de recuerdos

 que se encuentran en mis brazos.

GL.

 

 

El sonido de tu corazón me tranquiliza, es envolvente, dulce y sereno; me trae recuerdos que pensé inútiles por no tenerlos presentes. Floto en la atmosfera de tu voz que dicta mi camino en abrazos perdidos, me vuelvo, me envuelvo;  esa atmosfera de  voces y olores olvidados  que se hacen palpables y arrullan mi sueño, se conjuntan para hacerme saber que yo soy yo desde que nací, que la gente que  ha estado en algún momento a mi alrededor, es mía en mis recuerdos  y  yo camino llevándome sus olores, gestos, risas, miradas, llantos, abrazos y estos vienen a mí apenas cierros los ojos para hacerlos presentes.

Soy una oreja que recibe de tu voz un regalo acompañado de lagrimas secas, esas que no duelen dejándote  un espacio en el corazón para ser libre.  Acomodo mis  alas y  duermo con el coloquio de tu corazón y mis orejas.

Ahora les compartiré un poema de Jorge Luis Borges, no dejen de leerse los labios mientras se miran al espejo.  

 

Alguien

Un hombre trabajando por el tiempo,
un hombre que ni siquiera espera la muerte

(las pruebas de la muerte son estadísticas

y nadie hay que corra el albur

de ser el primer inmortal),

un hombre que ha aprendido a agradecer

las modestas limosnas de los días:

el sueño, la rutina, el sabor  del agua,

una no sospechada etimología,

un verso latino o sajón,

memoria de una mujer que lo ha abandonado

hace ya tantos años

que hoy puede recordarla sin amargura,

un hombre que no ignora que el presente

 ya es el porvenir y el olvido,

un hombre que ha sido desleal

y con el que fueron desleales,

puede sentir de pronto, al cruzar la calle,

una misteriosa felicidad

que no viene del lado de la esperanza

sino de una antigua inocencia,

de su propia raíz  o de un dios disperso.

Sabe que no debe mirarla de cerca,

porque hay razones más terribles que tigres

que le demostrarán su obligación

de un ser desdichado,

pero humildemente recibe

esa felicidad, esa ráfaga.

Quizá en la muerte para siempre seremos

cuando el polvo sea polvo,

esa indescifrable raíz,

de la cual para siempre crecerá,

ecuánime o atroz,

nuestro solitario cielo o infierno.