sábado, 30 de noviembre de 2013

Hojas secas

Por Melissa González Caamal

Me he decidido a leerlas una vez más. Están amarillas, casi cenizas. Ya no ansían, ya no celan. Se hallan ahí, destintadas y arrugadas, al final de esa repisa junto a los libros cuyos finales no he leído.
  Cada vez hay menos espacio, he pensado en alargar la repisa. No es un pendiente más; en el fondo ese rincón de la habitación me pesa. Y más temo que al pasar de los años termine con diez de esas, y entonces ya no solo sean libros y hojas inconclusas…
   Me alivia saber que existen peores, que no es un hoyo negro y que no me encontrará en trocitos para hallarme sitio, porque conozco a gente que habita en sus repisas. (Aunque soy culpable de escribirle a esas desesperanzadas hojas, antes de enfrentarlas.)
  Las veo antes de dormir para remediar, para que me esperen, no sé cuánto, tengo mil excusas; es que estar frente a ellas me revuelve el cabello. Se han vuelto imponentes y egoístas. Pero aún las miro, para por lo menos asumir la valentía de sentirme mal marido cuando apago la luz.

He aquí un video fantasmagórico de Svetlana Zakharova. Que lo disfruten...






                                                                      Después de escribir esto, Melissa cometió la injuria de profanarlas y ponerse en marcha. Esperen noticias...

 

jueves, 7 de noviembre de 2013

Veneno para ratas.


 

Por Grissel López.

                                                                             

 

Raticida: producto altamente tóxico, una pequeña dosis que puede ser comida cuando con engaños es adornado cómo alimento , tiene como finalidad la muerte de un animal segregado por la naturaleza, por su capacidad de destruir cualquier entorno haciendo de este un pequeño basurero ambulante.

Rata: hasta su nombre es desagradable, la musicalidad no invita a acariciar dulcemente o alimentar el hambre que sale de las coladeras, que huele a cloaca, ese color gris deambulando rápidamente, siempre con la prisa de quién protege su vida con su vida. En qué momento se reprodujeron alcanzando ese mar de miedo, asco y desperdicio. Una pequeña dosis de su orín o esos pequeños arroces  bastan para mandarte al hospital, o en el peor de los casos con una mala atención, despedirte de esta vida.

A una rata se le puede dar muerte de muchas maneras, hay  trampas que tiene un pegamento que no permite su escape, de esta forma seguro morirá por el miedo en forma de escoba o el asco en un sándwich de pegamento. Intentando deslindar responsabilidades podemos utilizar el instinto cazador de un gato así las culpas recaen en la naturaleza. Las trampas de metal, esas pequeñas cajas que bajo otra circunstancia nadie se atreve a tocar,  las mantienen vivas a la espera de que el verdugo les tenga piedad dando una muerte rápida o en el remoto caso,  la deje ir en otro lugar a donde no pueda hacer “daño”.

En fin la única salida es la muerte. Aún así, dudo, es un animal, el hambre tiene piernas ¿Quién la puso esa posición? ¿Quién la acorralo dándole como único destino el desprecio? ¿Es su vida contra mí?   No hay nada que hacer, irremediablemente y esperando no generar mal karma he puesto trampas le pido por favor no lo tome a mal, si tuviera otra opción…tal vez no la tomaría porque de opciones está lleno mi cesto de ropa sucia, pero ninguna salida.

Hoy les comparto un poema de muerte de Leopoldo de Luis.

 

 

La muerte

 Nadie puede vivir su propia muerte.

No es la muerte un afán ni una experiencia.

Morir no es más que u vaso que se vierte,

un motor que ha perdido su eficiencia.

 

Se llevo en los brazos a la nada

y de mirarla a ella me parezco.

Un poco se refleja en mi mirada,

día tras día algo de mí le ofrezco.

 

Pero vivir la muerte…  ¿No sería

igual que ver la jarra ya vacía

o descubierto el hilo de la trama?

 

¿Cómo voy a vivir mi muerte? ¿Cuándo?

(Cruza el invierno un pájaro cantando
y no se posa porque no hay rama).
 
Leopoldo de Luis.