Me he decidido a leerlas una vez más. Están amarillas, casi cenizas. Ya no ansían, ya no celan. Se hallan ahí, destintadas y arrugadas, al final de esa repisa junto a los libros cuyos finales no he leído.
Cada vez hay menos espacio, he pensado en alargar la repisa. No es un pendiente más; en el fondo ese rincón de la habitación me pesa. Y más temo que al pasar de los años termine con diez de esas, y entonces ya no solo sean libros y hojas inconclusas…
Me alivia saber que existen peores, que no es un hoyo negro y que no me encontrará en trocitos para hallarme sitio, porque conozco a gente que habita en sus repisas. (Aunque soy culpable de escribirle a esas desesperanzadas hojas, antes de enfrentarlas.)
Las veo antes de dormir para remediar, para que me esperen, no sé cuánto, tengo mil excusas; es que estar frente a ellas me revuelve el cabello. Se han vuelto imponentes y egoístas. Pero aún las miro, para por lo menos asumir la valentía de sentirme mal marido cuando apago la luz.
He aquí un video fantasmagórico de Svetlana Zakharova. Que lo disfruten...
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Después de escribir esto, Melissa cometió la injuria de profanarlas y ponerse en marcha. Esperen noticias...