Por Grissel López
La hoja en blanco es imponente, parece desnuda, libre de
vicios, traumas, alegrías, monstruosidades y ataduras; uno del otro lado
tiene que encargarse de vestirla darle un nombre y mandarla a la vida, en este
caso con poesía.
¿Qué será de ella? ¿Tendrá un lugar a donde llegar a dormir?
¿Pasará frío, hambre o será libre? La única certeza es la incertidumbre. Es por eso que los integrantes de
Deshuesadero nos reunimos para
intercambiar terrores de tiempo lugar y
espacio, pero aquí estamos de vuelta. Ahora te toca a ti darle asilo a nuestra
hojita.
Hoy les comparto un
poema de Francisco Hernández, poeta
mexicano nacido en San Andrés Tuxtla, Veracruz, que ganó el Premio Nacional de poesía con
el poemario Mar de Fondo. No dejen de leer la obra completa.
8
El viento azota con fuerza los postigos y me
despierto.
Deben ser las tres o las cuatro de la madrugada
Todos están dormidos en la casa.
Además del viento, se oyen los gritos de los monos
y el lenguaje de las serpientes.
Siento frío y calor. Viajo por el filo de la
navaja,
cruzo los linderos de otra noche de altas
temperaturas
o tal vez sueño que tengo fiebre y que yago en
medio de la
selva .Con la cama al pairo, el mástil
glauco y la sentina repleta. Han bajado a beber
los animales. Distingo con claridad las pisadas de
un tapir.
Quiebra ramas. Se acerca. Me mira votivamente con
sus ojos de
dicha. Mordisquea las hojas más tiernas
de mis dedos. Y escapa de sus sueños para perderse
en el amanecer.
Francisco Hernández.