sábado, 14 de diciembre de 2013

Querido espectador:




Cuando se siente en la butaca hágalo sin reservas. Véase a sí mismo como un espía y a la boca del escenario como una lente que le permite observar.

Primera llamada, los artistas tras bastidores calentando, preparando los últimos detalles. Segunda llamada, el equipo de producción y los ejecutantes a sus puestos, concentrando toda su energía para lo que usted está a punto de presenciar; es tiempo de dejar las preocupaciones a un lado, qué mejor que usted se prepare también. Tercera llamada...

El escenario se ilumina, los artistas han venido a darle su trabajo, sus horas de ensayo, sus retos. Recíbalo todo y véalo como lo que es: un acto de amor.

Encuéntrese dispuesto, no es el momento de juzgar; baile, ría, llore… déjese quitar prenda a prenda hasta que se halle desnudo, en medio de todos los momentos y destinos conjugados en ese preciso instante.

La función ha terminado. Aplauda, aplauda para ellos; es la manera de agradecer lo que han venido a darle.



Por último guarde lo que guste en  el corazón y en la memoria; recuerde que esos instantes no habrán de repetirse jamás. Cuando se levante de la butaca, no se apure; no es requerimiento salir vestido del teatro.






Melissa González Caamal

jueves, 12 de diciembre de 2013

Zoo Por Carlos Sánchez


En esta ocasión quisiera compartir un escrito que hice hace unos años, espero que sea de su agrado...

Zoo

Mi veneno corre  con mi instinto, me mata; fluye por mis venas y mililitro a mililitro contamina mi sangre, la hace oscura, espesa, pesada. Es aceite lento que no permite la oxigenación, ya es negra, viscosa. Hierve fácilmente ante cualquier impulso tuyo.

Mi naturaleza primitiva olvida las reservas ante tu sonrisa, incitando estampidas; tu aliento tibio libera jaurías de sensaciones confusas. Mi ansiedad desea anidar en la comisura de tus labios y ahí soltar parvadas de besos sedientos de ti. Tu voz desactiva mis neuronas; un susurro, un respiro, el más mínimo sonido que emites enciende mi sonar natural, extiendo mis alas y con desesperación emprendo el vuelo ciego hacia tu búsqueda.

La transparencia de tu pecho provoca huracanes internos. El ir y venir de tu respiración hace que perversas fantasías galopen a una velocidad impresionante. Mi piel se torna húmeda con sólo imaginar tu torso desnudo sobre el mío. Tu aroma agudiza mi olfato animal y abre cada uno de mis poros. Te percibo desde lejos; mis ojos, como si fueran una mira de escopeta, te detectan y no te dejan escapar pero tu mirada serena y segura, amarilla, de felino al acecho, obliga a la mía a doblegarse. La somete. Un cardumen de lágrimas es cazado por completo con la red de tu indiferencia y tu lejanía.

Debo sacar esta ponzoña que me daña, ser el depredador que siempre fui y descuartizar los celos a todo lo que te rodea para entonces tragar sin compasión esta soledad compartida y arrancar de tu garganta dos simples palabras que regresarán la calma a este reino animal.

Lucho contra mi instinto, contra mi naturaleza y contra mis celos. Ferozmente siento perder.

Carlos Sánchez López, 1 de Junio 2009.

domingo, 8 de diciembre de 2013

La muerte en dos colores.



 

Por Grissel López

                                                                                

 

 

Sobre la mesa gris, fría y desinfectada, acomodo el cuerpecito cansado, ya no hay nada que hacer, mantenerlo con vida sería inhumano, junto a él dos jeringas, líquido rosa y amarillo; una es  anestesia para dormir la vida y la otra para el corazón (para el corazón) un hombre me pide que salga del cuarto. La muerte en dos colores. Pienso que es de los encargos más dolorosos que me han hecho y no he podido negarme. Espero, poco después se abre la puerta, el mismo hombre que me recibió el cuerpecito me lo entrega ya sin aliento, su cara sonríe lastimera, no digo nada, le estiro la mano recibe el dinero y cierra la puerta. Sostengo la bolsa e imagino el vacío sin él, su lugar junto a la mesa donde tomaba el sol y esperaba una caricia espontanea.

Camino de regreso a la casa de donde hace unos minutos salí  ¿Cómo lo devuelvo? Abro la puerta, la dueña de aquel recuerdo lo recibe en sus brazos, llora, sus ojos se cierran y las lagrimas no esperan, lo nombra le dice que lo siente, que lo extrañará, sujeto a su pecho le despide, la culpa la ronda, en las despedidas las culpas siempre viene crueles al velorio. Nunca sé qué decir en estos casos, no hay palabras de consuelo, solo la observo y su dolor me invade quiero abrazarla pero no lo hago, mi vista la sigue y mis oídos quieren cerrarse, era su compañera y ya no volverá. Un agujero en la tierra la recibirá para convertirla en polvo.

Los seres vivos tienen por costumbre morir, dejar de florecer mientras el día aún no termina, La muerte ronda cada día en muchos caminos, ciclos se cierran, gente se va, imágenes que se vuelven recuerdos con una única constante, el dolor.  Hay que despedirse, no sé cómo se hace, pero no hay tiempo para aprender a hacerlo. Somos el diente de un engrane que no se detiene.

 
Flor

 

Se marchitan las flores

el campo que las vio nacer las despide

es el ciclo de la muerte

que toca todo lo que nace.

 

Grissel López.

 

sábado, 7 de diciembre de 2013

Al danzar...

Por Melissa González Caamal

"Levanta la pierna con el alma, 
todo lo que hagas, hazlo con el alma”,
se escuchó en el salón de danza
mientras el pulso de la música
se compaginaba con los latidos
del corazón.



Si nos remontamos al origen de las zapatillas de punta de las bailarinas de clásico, imaginamos a los ejecutantes románticos queriendo elevarse más allá de los metatarsos, sobrepasando la anatomía natural del ser humano. Pero, ¿por qué se volvió tan importante este hecho como para revolucionar el calzado y hasta la historia de la danza misma?  Descartando la hipótesis inmediata, sobre el odio de Taglioni (el misógino aquel que creó estas zapatillas) a su hija, tengo esta que me gusta mucho más: seguramente las puntas se hicieron para acercarnos un poquito más al cielo.


Se baila para celebrar, para vibrar con la música y espantar a los demonios; se baila por cultura, por instinto, por ritual. La danza es intención, ritmo, fluidez; espíritu que habla, es el alma escurriendo por los dedos, y ha venido a salvarnos, a conducirnos, a modificarnos...


No importa si la celebramos en el escenario, en las calles o en el salón de danza; celebremos que nos hace sentir vivos, porque sin duda, todo lo que implica bailar, no se compara con el mundo que se abre detrás de un movimiento.


A continuación “La consagración de la primavera” de Igor Stravinsky, coreografía de Pina Bausch.