Por Grissel López.
Ocho horas de sueño
son suficientes para que durante el día nuestro cuerpo y mente tengan un buen
desempeño, los niños crezcan, recuperemos energía… ¿De verdad? ¿No deberían ser ocho horas de
sueños?
Los sueños, sí, esas historias de las que no te acuerdas al
despertar, ahí donde puedes volar, tener bigote, ser amigo de quién en esta
vida bajo ninguna circunstancia voltearía a verte, comer flores, gusanos, morir o ver tu muerte,
o las dos al mismo tiempo, tener
familia, estar solo, ver a gente volver de entre los muertos, despedirte, perdonar…
Parece un sueño poder
cerrar los ojos y convertirte en un ser que se esconde, que vive de
recuerdos y los calla, una sombra que se recuesta para vivir por la noche la vida que de día es negada.
Quisiera hoy ser
feliz de buena gana.
Quisiera hoy ser feliz de buena gana,
ser feliz y portarme frondoso de preguntas,
abrir por temperamento de par en par mi
(cuarto, como loco,
y reclamar, en fin,
en mi confianza física acostado,
sólo por ver si quieren,
solo por ver si quieren probar
de mi
(espontanea posición,
reclamar voy diciendo,
por qué me dan así tanto en el
alma.
Pues quisiera en sustancia ser dichoso,
obrar sin bastón laica humildad, ni burro
(negro.
Así las sensaciones de este mundo,
los cantos subjuntivos,
el lápiz que perdí en mi cavidad
y mis amados órganos de llanto.
Hermano persuasible, camarada,
padre por la grandeza, hijo mortal,
(de Darwin:
¿a qué hora pues, vendrán con mi retrato?
¿A los goces? ¿Acaso sobre goce
(amortajado?
¿Más temprano? ¿Quién sabe, las porfías?
A las misericordias, camarada,
hombre mío en rechazo y observación,
(vecino
en cuyo cuello enorme sube y baja, al
natural, sin hilo, mi esperanza…
Cesar Vallejo.
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