jueves, 3 de octubre de 2013

Hasta que la justicia se siente entre nosotros.


Por Grissel López

                                                                               

 

 El caos tiene un orden que grita, manos de artesanos que dan flores, electricistas  sin luz, plomeros desahuciados, maestros con letras en la espalda, atrapa sueños, todo, junto a piernas que avanzan sin mirarlos, ojos que ven la indiferencia en otros ojos, parece que la tristeza los cubre de miseria.

Es ahí donde nace la esperanza, decir no, no puede ser violentado...con mucho pesar de la memoria, se alzan ahora gritos junto a paredes de tres metros que dicen no importa, olvida,  parece que solo los edificios tienen recuerdos.

Una plaza que no puede esconderse es el monumento a la injusticia, el miedo salta, uno se estremece con alguna imagen de ese 2 de octubre, parece grotesca la infamia, ahora se oyen los gritos de justicia para los caídos, hijos de todos, hijos de nadie, ¿Qué sucedió? ¿Por qué un gobierno se pone guantes de carnicero?

Los periódicos decían 29 muertos, hoy la televisión dice trescientos, Marcelino Perello dirigente del movimiento del 68 dice que ahora se utiliza el movimiento como ajonjolí de todos los moles y con cualquier pretexto.

¿De qué protestamos? ¿Hacia dónde vamos?  La claridad mantiene vivos lo movimientos como una cerca que los protege y les dicta tener una meta fija y razonable, la ignorancia es el olvido de cualquier lucha, no saber a dónde vamos es luchar con los ojos cerrados.

Aún no termina el día y ya hay lista de desaparecidos, hoy 2 de Octubre del 2013 hijos de nadie hijos de todos se han perdido, están debajo de las piedras que hay que levantar, porque la gente que sale a las calles a pedir o a decir no, tiene la piel y los hueso igual de quebrantables que los nuestros, a ellos dedico hoy esté artículo y traigo a la memoria esta poema de Rosario Castellanos incluido en  el libro de Elena Poniatowska "La noche de Tlatelolco".
 
Memorial de Tlatelolco.

La oscuridad engendra la violencia
y la violencia pide oscuridad

para cuajar el crimen.

Por eso el dos de octubre aguardo hasta la noche

para que nadie viera la mano que empuñaba

el arma, sino solo su efecto de relámpago.

 

¿Ya esa luz, breve y lívida, quién?¿Quién es el que mata?

¿Quiénes los que agonizan, los que mueren?

¿Los que huyen sin zapatos?

¿Los que van a caer la pozo de una cárcel?

¿Los que se pudren en el hospital?

¿Los que quedan mudos para siempre de espanto?

 

¿Quién? ¿Quiénes? Nadie, al día siguiente nadie.

La plaza amaneció barrida; los periódicos

dieron como nota principal

el estado del tiempo.

Y en la televisión, el radio, en el cine,

no hubo ningún cambio de programa,

ningún anuncio intercalado, ni un

minuto de silencio en el banquete

(Pues prosiguió el banquete).

 

No busques lo que no hay: huellas , cadáveres

que todo se ha dado como ofrenda a una diosa

la Devoradora de Excrementos.

 

No hurgues en los archivos pues nada consta en actas.

 

Más he aquí que toco una llaga: es mi memoria.

Duele, luego es verdad. Sangre con sangre

y si al llamo mía traiciono a todos.

 

Recuerdo, recordamos.

Ésta es nuestra manera de ayudar a que amanezca

sobre tantas conciencias mancilladas,

sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta,

sobre el rostro amparado tras la máscara.

Recuerdo, recordemos

hasta que la justicia se siente entre nosotros.

 

Rosario Castellanos.

 

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