Por Grissel López
Los gatos esperan a que las sombras se acomoden bajo el
cielo para pedir asilo en otro cuerpo. Se llaman como si penaran, como si la
vida dependiera de ese instante en el que el dolor se apodera del placer. Se
combina la fragilidad de sus movimientos femeninos y la violencia con que se poseen.
¿Quién no ha sido despertado por gritos de gatos en celo? Maldiciones o
indiferencia acompañan a los ojos abiertos que por la noche intentan conciliar
nuevamente el sueño mientras imaginan niños gimiendo o almas penando, esos
gritos lastimosos que asustan e irritan son solo el instinto que llama cuando
todos dormimos.
El poema que hoy comparto es del poeta chiapaneco Jaime
Sabines.
Gato loco.
Lo he calumniado. Lo he llamado
el gato loco; he dicho que necesita un siquiatra
Me he burlado de él torpemente.
En cuanto empieza a oscurecer,
mientras la gata se acomoda en los sillones de la sala, el gato bizco comienza
sus ronda nocturna: da doce o quince vueltas a su alrededor, desde mi cuarto,
pegado a las paredes debajo de la cama, detrás del buró, con un itinerario fijo
e insistente; luego sala al patio y se
pasa toda la noche, pero toda la noche dando vueltas y vueltas, maullando
quedamente, lastimeramente, a un ritmo preciso, como buscando algo, alguien
tenazmente. El paso es veloz, su actitud alerta o inquisitiva.
A
las siete de la mañana más o menos se viene a dormir. Y así todos los
días.
Me preguntaba si se sentía
prisionero, angustiado o qué. Hoy me he dado cuenta de que es solo un oficio:
él patrulla la casa contra fantasmas, malas vibraciones y extraterrestres.
De aquí en adelante le llamaré el patrullero de la
noche, el vigilante del amanecer.
Jaime Sabines.
¡¡¡¡¡¡poeta "Chapaneco"!!!!!! Auch!
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