jueves, 21 de marzo de 2013

Las balas perdidas de Mats Ek

 
Por Melissa González Caamal


Generalmente el “¿por qué bailas?” tiene como respuesta un clásico y parafraseado “porque al bailar ‘expresas cosas’ que no se pueden decir con palabras”.  Pues con Mats Ek pasa distinto: es una conjunción de sentimiento, alma y movimiento que se desborda hasta que sale por la boca; se grita, se escupe.

 
 
Podríamos poner en duda el interés por la abstracción de Ek, pero jamás la teatralidad de su coreografía. Siempre, sí, “siempre” está pasando algo. Va más allá de la belleza: su obra, aunque a veces inintencionadamente narrativa, tiene la capacidad de llevarnos hasta los lugares más precisos. 


 
 
Mats Ek, el actor, bailarín, coreógrafo y director sueco que despunta entre las figuras de danza actuales, no tiene punto medio en el espectador: podríamos amarlo por picaresco, atrevido y original, y odiarlo por eso mismo.  

Son famosas sus “revisiones”  a los clásicos por la renovada interpretación de las historias: ha convertido a Giselle en una enajenada y al bosque encantado del segundo acto en un manicomio; ha hecho que la madre de Sigfried de El lago de los cisnes no sólo sea sobreprotectora, sino también sensual y seductora; y nos presentó a una Bella durmiente drogadicta (¡adivinan!: la
aguja culpable del embrujo era de heroína). El resultado: que los ballets que hemos visto ya tantas veces no tengan oportunidad de parecernos ajenos.
Por esta ocasión sólo haremos mención de sus conocidos remakes, para pasar a una de sus obras más importantes: Smoke.

Smoke puede ser o no la obra cumbre del director , pero marca un estilo definido en su coreografía.  Explora el ballet contemporáneo incursionando en la videodanza; es así como a través de la lente nos presenta a dos personajes: un hombre y una mujer que se encuentran de forma violenta entre paredes grises que terminan por rebasarlos. El tema es tan ilimitado que nos refleja: es el sentido de los movimientos que invita a escribir la historia, nuestra historia.

 
 
Sin duda Niklas Ek y Sylvie Guillem son capaces de hacernos sentir que la distancia crece a medida que se acercan; nos llevan por el aprisionamiento de los cuerpos, por el amor vuelto necesidad, por el querer regresar el tiempo.

Es inevitable rendirse ante el juego de dimensiones, la fotografía y las impresionantes líneas de Sylvie Guillem, a quien debemos mencionar por ser parte de la generación de bailarines pensantes que se necesitan para que la danza se acerque al espectador y forme parte de él. 
 
Ella fue una de las bailarinas más jóvenes de la Ópera de París en interpretar los roles principales. Fue Odile, fue Odette, fue Giselle, fue Kitri; pero a pesar de tenerlo todo, decidió arriesgarse y tomar el camino sinuoso del arte que rebasa lo que le parecía superficial. Guillem nos hace ver que la danza se llena de significado cuando el bailarín se entiende y se reafirma a sí mismo; cuando comprende lo que hace y le da valor.
 
A continuación el video realizado en 1995, con música de Avro Part.

Dejémonos conducir, dejémonos envolver, dejemos que las balas lleguen a donde quiera que deban, esta vez, en forma de humo.


 
 
 
 
 
 
 

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