Por Melissa González Caamal
Generalmente el “¿por qué bailas?” tiene como respuesta
un clásico y parafraseado “porque al bailar ‘expresas cosas’ que no se pueden
decir con palabras”. Pues con Mats Ek
pasa distinto: es una conjunción de sentimiento, alma y movimiento que se
desborda hasta que sale por la boca; se grita, se escupe.

Mats Ek, el actor, bailarín, coreógrafo y director sueco
que despunta entre las figuras de danza actuales, no tiene punto medio en el
espectador: podríamos amarlo por picaresco, atrevido y original, y odiarlo por
eso mismo.
Son famosas sus “revisiones” a los clásicos por la renovada interpretación de las historias: ha convertido a Giselle en una enajenada y al bosque encantado del segundo acto en un manicomio; ha hecho que la madre de Sigfried de El lago de los cisnes no sólo sea sobreprotectora, sino también sensual y seductora; y nos presentó a una Bella durmiente drogadicta (¡adivinan!: la
aguja culpable del embrujo era de heroína). El resultado: que
los ballets que hemos visto ya tantas veces no tengan oportunidad de parecernos
ajenos.
Son famosas sus “revisiones” a los clásicos por la renovada interpretación de las historias: ha convertido a Giselle en una enajenada y al bosque encantado del segundo acto en un manicomio; ha hecho que la madre de Sigfried de El lago de los cisnes no sólo sea sobreprotectora, sino también sensual y seductora; y nos presentó a una Bella durmiente drogadicta (¡adivinan!: la

Por esta ocasión sólo haremos mención de sus conocidos
remakes, para pasar a una de sus obras más importantes: Smoke.
Smoke puede ser o no la obra cumbre del director , pero
marca un estilo definido en su coreografía.
Explora el ballet contemporáneo incursionando en la videodanza; es así
como a través de la lente nos presenta a dos personajes: un hombre y una mujer
que se encuentran de forma violenta entre paredes grises que terminan por
rebasarlos. El tema es tan ilimitado que nos refleja: es el sentido de los movimientos
que invita a escribir la historia, nuestra historia.

Es inevitable rendirse ante el juego de dimensiones, la
fotografía y las impresionantes líneas de Sylvie Guillem, a quien debemos
mencionar por ser parte de la generación de bailarines pensantes que se
necesitan para que la danza se acerque al espectador y forme parte de él.
Ella fue una de las bailarinas más jóvenes de la Ópera
de París en interpretar los roles principales. Fue Odile, fue Odette, fue
Giselle, fue Kitri; pero a pesar de tenerlo todo, decidió arriesgarse y tomar
el camino sinuoso del arte que rebasa lo que le parecía superficial. Guillem nos hace ver que la danza se llena de significado cuando el bailarín
se entiende y se reafirma a sí mismo; cuando comprende lo que hace y le da valor.
A continuación el video realizado en 1995, con música de
Avro Part.
Dejémonos conducir, dejémonos envolver, dejemos que las
balas lleguen a donde quiera que deban, esta vez, en forma de humo.
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